martes, 11 de octubre de 2016

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lunes, 10 de octubre de 2016

ASISTENCIA ANTE LA MUERTE



                 ASISTENCIA ANTE LA MUERTE

          
                       
La Muerte: La mayoría de las personas se quedan conmocionadas, desgarradas  o atónitas ante la muerte. No saben qué hacer, no saben  cómo  gestionar  todas las emociones que genera la muerte de un ser querido o la cercanía de la propia muerte. Algunas personas sienten tal pavor que no quieren ni oír hablar de ella y hacen como que no existe, negando una realidad inevitable. Si hay una verdad certera  es  que, a todos  los seres vivos en algún momento de esta vida, tarde o temprano,  nos vendrá a buscar la muerte.
 ¿Por qué ese miedo a la muerte?
La mayor causa es,  lo desconocido” ya que no sabemos  lo que pasa al morir. Y todo lo desconocido nos provoca mucho miedo.
Pero sin embargo hoy en día hay mucha documentación  sobre  personas que han estado clínicamente muertas  que nos relatan sus experiencias. La Dra. En psiquiatría Elisabeth  Kubler-Ross  ha publicado muchos libros al respecto, en los cuales nos da a conocer  el estudio realizado sobre  miles de casos sobre  personas que han vuelto de la muerte. Llegando a la conclusión  de que la muerte no existe. Es solo un tránsito a otra dimensión. Ella explica que después que abandonar el cuerpo físico y de reencontrarse con aquellos seres queridos que partieron y que uno amó, se pasa por una fase de transición totalmente marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje, un túnel, un pórtico o la travesía de un puente. Allí, una luz brilla al final. Y esa luz era más blanca, de una claridad absoluta, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y ellos se sentían llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que uno se pudiera imaginar. No hay palabras para describirlo. De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz o fuente de la creación, se daban cuenta de que toda nuestra vida aquí abajo no es más que una de tantas. Y allí se alcanzaba el conocimiento. Conocían exactamente cada pensamiento que tuvieron en cada momento de su vida, conocieron cada acto que hicieron y cada palabra que pronunciaron.

La experiencia que viví yo a los 22 años,  cuando tuve un accidente de coche donde me dieron por muerta corrobora lo que dice la Dr. Kubler-Ross: Primero me vi mirando desde arriba  al coche accidentado que parecía un acordeón del golpe que tuve. Después comencé a  girar vertiginosamente a modo de espiral hacia arriba, hasta que los giros se hicieron más lentos y comencé a ver  escenas de mi vida en las cuales yo hice daño de algún modo a diversas personas. En ese momento comencé a sentir en mi propio ser el daño que había causado y me vino la comprensión hacia esas personas,  la conciencia de lo inconscientes que somos con nuestros actos  y a la vez, lo frágiles que somos. Inmediatamente después, comencé otra vez a subir vertiginosamente  atraída por una luz impresionantemente blanca. Hasta llegar a  un espacio neblinoso, que se fue aclarando a medida que venían  a mi encuentro todos los seres  queridos que,  creí  haber perdido en esta vida y ahí estaban,  traspasándome con su amor. El encuentro  fue…nunca mejor dicho: divino, lleno de amor, paz, armonía, éxtasis total. Hasta que apareció un ser  inmenso, majestuoso y brillante que me dijo que tenía que volver. No quería. Pero con solo mirarnos, comprendí  “todo”, entre ellas, muchas cosas de la vida aquí en la tierra y el sentido que tienen y aunque  cuando las vivimos no nos damos cuenta.  A pesar  de las pocas ganas que tenía por volver, sabía  que lo tenía que hacer. Mientras volvía girando a modo de espiral, se iba acercando la  imagen del accidente. Veía ahí abajo el coche cual acordeón, la gente alrededor  y a un médico con  medio cuerpo metido  por una ventana  para ver mis constantes  vitales diciendo: Esta muerta, no hay nada que hacer.  Yo decía que no, pero no me escuchaban, hasta que una “voz interior” me dio las instrucciones para meterme en mi cuerpo. No fue fácil, porque cuando estamos en estado espiritual estamos más expandidos y  tuve que hace grandes esfuerzos para encajar  en mi cuerpo y eso… duele mucho….y aquí sigo.

Cuando vives una experiencia así,  tu  estado de conciencia cambia mucho y por supuesto  se tiene muy claro que morirse forma parte de la vida. Es como una diplomatura. Indica que ya has cumplido el tiempo  en esta escuela experimental  y que la muerte es solo el transito al nacimiento espiritual. No es el fin. Viene a tu encuentro en el momento que toca, ni antes, ni después.

A partir de esta experiencia, comencé a asistir sin proponérmelo, por “casualidades de la vida”, a muchas personas que no habían podido superar la muerte de un ser querido, especialmente la muerte de un niño. Que suele ser tan dura (Cosa que yo también viví) o el anuncio de una enfermedad  terminal, donde sientes que la muerte está a la vuelta de la esquina y te llenas de miedo y tristeza. En todos estos casos es muy importante el apoyo, el saber asistir a las personas que se quedan en shock para poder superar las diferentes etapas que conlleva el encuentro con la muerte, que son el dolor, el rechazo a la situación, enfado,  la negociación hasta llegar a la aceptación y la comprensión. Ayuda mucho compartir tu experiencia con ellos e informarles que hay miles de personas que han tenido experiencias de muerte clínica y que han visto el otro lado. Ayuda mucho saber que no estará en  soledad  flotando perdido en la nada o desapareciendo para siempre. Ayuda mucho a la familia saber y sentir que no es el fin, que habrá más encuentros. Saber que no es un adiós, sino un hasta luego,  aporta mucha paz interior. Acompañar  bajo unas pautas  a un ser querido  en el momento  final de la vida física, facilita el tránsito hacia el umbral que te lleva a la muerte  para a los pocos segundos,  nacer a la vida espiritual. Es hermoso y emotivo ver a un ser querido,  abandonar esta vida con una sonrisa dibujada en la cara.
Gina Rodríguez
Centro Espiral  Medicina Natural.