ASISTENCIA ANTE LA
MUERTE
La Muerte: La mayoría de las
personas se quedan conmocionadas, desgarradas o atónitas ante la muerte. No saben qué hacer,
no saben cómo gestionar
todas las emociones que genera la muerte de un ser querido o la cercanía
de la propia muerte. Algunas personas sienten tal pavor que no quieren ni oír
hablar de ella y hacen como que no existe, negando una realidad inevitable. Si
hay una verdad certera es que, a todos
los seres vivos en algún momento de esta vida, tarde o temprano, nos vendrá a buscar la muerte.
¿Por qué ese miedo a la muerte?
La mayor causa es, “lo desconocido” ya que no sabemos lo que pasa al morir. Y todo lo desconocido
nos provoca mucho miedo.
Pero sin embargo hoy en día hay mucha documentación sobre personas que han estado clínicamente
muertas que nos relatan sus
experiencias. La Dra. En psiquiatría Elisabeth
Kubler-Ross ha publicado muchos
libros al respecto, en los cuales nos da a conocer el estudio realizado sobre miles de casos sobre personas que han vuelto de la muerte.
Llegando a la conclusión de que la
muerte no existe. Es solo un tránsito a otra dimensión. Ella explica que
después que abandonar el cuerpo físico y de reencontrarse con aquellos seres
queridos que partieron y que uno amó, se pasa por una fase de transición
totalmente marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje,
un túnel, un pórtico o la travesía de un puente. Allí, una luz brilla al final.
Y esa luz era más blanca, de una claridad absoluta, a medida que los pacientes
se aproximaban a ella. Y ellos se sentían llenos del amor más grande,
indescriptible e incondicional que uno se pudiera imaginar. No hay palabras
para describirlo. De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se
quiere volver. Frente a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo
que hubieran podido ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor
incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o
Dios, Amor o Luz o fuente de la creación, se daban cuenta de que toda nuestra
vida aquí abajo no es más que una de tantas. Y allí se alcanzaba el
conocimiento. Conocían exactamente cada pensamiento que tuvieron en cada
momento de su vida, conocieron cada acto que hicieron y cada palabra que
pronunciaron.
La experiencia que viví yo a los 22 años, cuando tuve un accidente de coche donde me
dieron por muerta corrobora lo que dice la Dr. Kubler-Ross: Primero me vi
mirando desde arriba al coche accidentado
que parecía un acordeón del golpe que tuve. Después comencé a girar vertiginosamente a modo de espiral
hacia arriba, hasta que los giros se hicieron más lentos y comencé a ver escenas de mi vida en las cuales yo hice daño
de algún modo a diversas personas. En ese momento comencé a sentir en mi propio
ser el daño que había causado y me vino la comprensión hacia esas
personas, la conciencia de lo
inconscientes que somos con nuestros actos
y a la vez, lo frágiles que somos. Inmediatamente después, comencé otra
vez a subir vertiginosamente atraída por
una luz impresionantemente blanca. Hasta llegar a un espacio neblinoso, que se fue aclarando a
medida que venían a mi encuentro todos
los seres queridos que, creí
haber perdido en esta vida y ahí estaban, traspasándome con su amor. El encuentro fue…nunca mejor dicho: divino, lleno de amor,
paz, armonía, éxtasis total. Hasta que apareció un ser inmenso, majestuoso y brillante que me dijo
que tenía que volver. No quería. Pero con solo mirarnos, comprendí “todo”, entre ellas, muchas cosas de la vida
aquí en la tierra y el sentido que tienen y aunque cuando las vivimos no nos damos cuenta. A pesar de las pocas ganas que tenía por volver,
sabía que lo tenía que hacer. Mientras
volvía girando a modo de espiral, se iba acercando la imagen del accidente. Veía ahí abajo el coche
cual acordeón, la gente alrededor y a un
médico con medio cuerpo metido por una ventana para ver mis constantes vitales diciendo: Esta muerta, no hay nada
que hacer. Yo decía que no, pero no me
escuchaban, hasta que una “voz interior” me dio las instrucciones para meterme
en mi cuerpo. No fue fácil, porque cuando estamos en estado espiritual estamos
más expandidos y tuve que hace grandes
esfuerzos para encajar en mi cuerpo y eso…
duele mucho….y aquí sigo.
Cuando vives una experiencia así,
tu estado de conciencia cambia
mucho y por supuesto se tiene muy claro
que morirse forma parte de la vida. Es como una diplomatura. Indica que ya has
cumplido el tiempo en esta escuela experimental y que la muerte es solo el transito al
nacimiento espiritual. No es el fin. Viene a tu encuentro en el momento que
toca, ni antes, ni después.
A partir de esta experiencia, comencé a asistir sin proponérmelo, por
“casualidades de la vida”, a muchas personas que no habían podido superar la
muerte de un ser querido, especialmente la muerte de un niño. Que suele ser tan
dura (Cosa que yo también viví) o el anuncio de una enfermedad terminal, donde sientes que la muerte está a
la vuelta de la esquina y te llenas de miedo y tristeza. En todos estos casos
es muy importante el apoyo, el saber asistir a las personas que se quedan en
shock para poder superar las diferentes etapas que conlleva el encuentro con la
muerte, que son el dolor, el rechazo a la situación, enfado, la negociación hasta llegar a la aceptación y
la comprensión. Ayuda mucho compartir tu experiencia con ellos e informarles
que hay miles de personas que han tenido experiencias de muerte clínica y que
han visto el otro lado. Ayuda mucho saber que no estará en soledad
flotando perdido en la nada o desapareciendo para siempre. Ayuda mucho a
la familia saber y sentir que no es el fin, que habrá más encuentros. Saber que
no es un adiós, sino un hasta luego, aporta mucha paz interior. Acompañar bajo unas pautas a un ser querido en el momento
final de la vida física, facilita el tránsito hacia el umbral que te
lleva a la muerte para a los pocos
segundos, nacer a la vida espiritual. Es
hermoso y emotivo ver a un ser querido,
abandonar esta vida con una sonrisa dibujada en la cara.
Gina Rodríguez
Centro Espiral Medicina
Natural.